Lamentable suceso acontecido en un partido cadete en Murcia
Se me pone la carne de gallina cada vez que en los periódicos y en las noticias salen padres y madres pegándose en los partidos de sus hijos. Creo que el deporte, especialmente en etapa de formación, tiene otras muchas cualidades como es la formación en valores, el respeto, la solidaridad, la tolerancia, la gestión de la frustración y del fracaso, alcanzar objetivos, superación, esfuerzo… Enumerarlos me llevaría mucho tiempo y hoy no escribo para destacar las bondades del baloncesto, sino simplemente para poner el grito en el cielo por lo que sucedió hace unos días en Murcia.
Partido de la categoría cadete femenino. Rápidamente en redes sociales se convierte un viral un vídeo en el que se ve a una señora arrinconando a un árbitro mientras que el público graba y reprenden a la mujer mientras que las jugadoras siguen en el campo. Tras terminar de amenazar al árbitro, la mujer abandona entre abucheos e insultos el campo. No contenta con el espectáculo que acaba de dar, se gira y le dirige al árbitro el gesto de te voy a cortar el cuello. ¿La razón de esta reacción? Pues nada más y nada menos que habían echado a su marido del partido. El marido resultó ser el entrenador de uno de los equipos.
A lo largo de los años, he visto cosas que jamás creeríais, pero algo así no. Y espero no encontrármelo nunca. Si lo hiciera, sería la primera en saltar a la pista para alejar a este tipo de energúmenos de la pista que tanto daño hacen al deporte y más al de formación. Que no se olvide. Deporte de formación. Chicas que entrenan durante la semana sacrificando sau tiempo de estudio y de ocio por dedicarse al baloncesto y que esperan con ganas el partido de cada fin de semana. En chicos no es lo habitual porque es cierto que tienen más continuidad una vez acabada la etapa de formación, pero en chicas es realmente complicado que sigamos jugando una vez acabada la etapa escolar. En mi caso, de mi equipo junior, creo que seguimos jugando de las 12 que estábamos 3 ó 4. Imaginaos cuando suceden hechos tan lamentables como éstos. La verdad es que da qué pensar. Y me hace reflexionar sobre la actitud de las personas presentes en ese pabellón que no hicieron nada porque una mujer fuera de sí, se dirigiese así al árbitro que estaba completamente indefenso y que simplemente decidió aguantar el tipo y no ceder ante las que imagino que no serían palabras demasiado amigables. En el vídeo, se ve a alguna de las jugadoras completamente compungidas, algunas llorando, nerviosa… ¿Se merecen pasar eso en su momento de desconexión? ¿Se merece un árbitro ese trato?
Nos podrán caer mejor o peor. Podrán pitar mejor o peor. Pero lo que está claro es que sin árbitros no se puede jugar. Son la figura de autoridad dentro de un partido y se merecen todo el respeto posible. Por parte de entrenadores, por parte de jugadoras y por parte de los padres. Y todo va unido. Si yo como entrenadora, doy buen ejemplo, lo harán mis jugadores y por extensión los padres. Si yo como entrenadora soy una energúmena, los jugadores y los padres se contagian y se comportarán de la misma manera que yo lo hago. Si como espectadora no hago más que insultar y comentar cada una de las jugadas en todo despectivo, el resto se unirá a mí en esas protestas que irán cobrando cada vez un tono mayor calentando el ambiente.
A mí no me vale con que haya pancartas exigiendo jugar con respeto. El respeto empieza en cada uno de nosotros. En mi caso, lo tengo que mostrar desde mi figura (entrenadora, espectadora y/o jugadora) y hacerlo extensible al resto de personas que se sitúan a mi alrededor para que todo fluya de la mejor manera y que los 40 minutos de juego sean lo más agradables posible y sirvan para el proceso de enseñanza-aprendizaje de mis jugadores.
Seguramente sea una «rara avis» en estos temas, pero es así como lo siento y creo que debería ser así en todos los campos, independientemente de la categoría. Aunque seguramente seguirá siendo una utopía…