La educación en las gradas

Es el título del post que Marina Ferragut (ex-jugadora y la que más veces ha vestido la camiseta nacional tanto en baloncesto masculino como en femenino) ha escrito en su propio blog.

Es una reflexión sobre los comportamientos que se producen durante los partidos de baloncesto y la incidencia directa que tiene en las chavales y chavales a los que se pretende formar en este maravilloso deporte con todos los valores que implícitamente lleva el baloncesto

[…]

«No deberíamos olvidar que a nuestro alrededor se encuentran gran cantidad de niños que, mucho más allá de contemplar tan sólo a la mascota del equipo, escuchan e imitan los  desafortunados comentarios y comportamientos que se producen en las gradas. 

Un partido de baloncesto , para un niño puede llegar a ser  un mundo lleno de sensaciones donde  los deportistas, como ídolos que son, tienen un papel principal y es a ellos a los que se les pide continuamente que sean un ejemplo activo en valores tales como: el respeto, la lucha, el sacrificio, la humildad…

Pero¿ qué pasa con las personas con las que comparten  grada estos niños, que en la mayoría de ocasiones son los propios familiares, y cuál es la repercusión de sus actitudes y comportamientos en los niños?

[…]

Deberíamos ser conscientes de que los niños están a nuestro alrededor  y de que si queremos seguir educándolos en valores no debemos  condenarlos a escuchar una sarta de barbaridades vertidas desde lo más profundo de nuestro histerismo». 

El artículo completo lo podrás encontrar aquí

Creo que una de las labores fundamentales que tenemos ya no solo como entrenadores sino como formadores, es educar en el respeto a uno mismo, a los compañeros, a los árbitros, al otro entrenador… Y desde el punto de vista del entrenador igual, no sé puede exigir compromiso cuando el entrenador llega tarde, mal peinado, resacoso, cuando trata mal a sus jugadores, protesta continuamente…

Llevo entrenando muchos años y he visto cosas realmente espeluznantes, la que más, un entrenador zarandeando e insultando a sus jugadores, a niños de 11 años por hacer una cosa mal. Son niños, están aprendiendo, se van a equivocar, van a hacer pasos, dobles, faltas pero esos fallos son los que les sirven de base para aprender, mejorar y seguir trabajando día a día. Para mí, no hay jugador que sea malo «per se», simplemente tienen ritmos de aprendizaje diferentes. Esta temporada, tengo a una niña que al principio tenía miedo del balón, le asustaba y hace dos semanas en el partido cogió un rebote, hizo un coast to coast, entró a canasta y la metió. Para mí, eso supone una grandísima satisfacción porque veo cómo el trabajo de estos meses empieza a dar sus frutos. En los partidos suelo dejar total libertad para que elijan a su defensor, para que saquen y las indicaciones que doy son casi siempre dirigidas a la defensa porque hay alguien solo, en ataque lo único que digo es que levanten la cabeza y que miren a sus compañeros.

También creo que como formadores debemos tener un trato cercano con los jugadores, sobre todo, cuando son pequeños, a mí me gusta preguntarles, qué tal van en clase, qué tal con sus hermanos, es decir, conocer un poco su realidad para así saber encauzar los problemas que puedan tener o por lo menos conocer la causa. En mis entrenamientos hay mucha seriedad, exijo mucho, pero también hay momentos para las risas, momentos más distendidos porque son necesarios pero lo que no permite son las faltas de respeto y más de una vez he acabado un entrenamiento antes de la hora por ese motivo.

Como entrenadora he tenido la gran suerte de tener siempre unos padres excelentes tanto en el trato como a la hora de jugar. Nunca he tenido ningún problema en los partidos con ellos y es de agradecer.

Pero como en todos lados siempre hay «padres broncas», padres que se creen entrenadores, que en vez de apoyar a su hijo y a su equipo, lo único que hacen es minar la moral de su propio hijo y arremeter una y otra vez contra el árbitro que muchas veces también están formándose como sus hijos y por eso se equivocan, si bien es cierto que algunas veces más que otras, pero también hay que ayudarles.

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